La Caida de Angelus
Los copos de nieve, caian sobre un suelo nevado, salpicado de rocas grisaceas.
En mitad del claro del bosque, se alzaba la monumental fortaleza de Angelus, capital del reino de Grecia.
El viento rugia por entre las almenas relucientes de escarcha, acumulada durante la mañana.
En derredor, miles de arboles cuyas copas estaban cubiertas por un manto de nieve.
La guarnición, minima por la guerra, el hambre y las enfermedades que asolaban la región, hacia su guardia como una mañana más.
Hacia poco más de doce días que un mensajero alado (paloma) llegó trayendo consigo un mensaje, las tropas del rey Marcus están en camino.
Miles de jovenes macedonios, cansados de los rigores del campo, decidieronse por buscar fortuna en las armas, que siempre traen botines, fama y riquezas, cuando no la muerte y el olvido en anónima sepultura lejos del hogar.
Al otro lado, desembarcaban otros miles de turcos, selyucidas.
Dos caminos que llevaban irrefenablemente a un mismo final..
Los Macedonios, debian arribar y flanquear el enorme despliegue de fuerzas de la gran reina Barbara.
Mientras, los turcos, abrian de avanzar con rápidez a lomos de sus monturas a lo largo de las estepas helenas.
Pero las heladoras temperaturas y el fuerte viento, retrasaron a los valientes anatolios durante días, tanto más cuando debian escalar montañas y cruzar encrespados barrancos, guiando a sus corceles.
Los Macedonios de Marcus, llegaron a la zona boscosa y tras un día de marcha, ya vieron las columnas de humo de miles de fuegos de campamento.
El enemigo se habia atrincherado y los exploradores, avistaron y contaron al menos, una diferencia de diecisiete a uno.
Los reclutas recien salidos del castillo, carecian de experiencia, mas no de coraje y avanzaron tratando de no delatar su posición.
Por desgracia, los oficiales de Barbara, siguiendo sus indicaciones, apostaron centinelas a lo largo del perimetro, agazapados en los arboles, ocultos por la nieve.
Cuando los valientes Macedonios quisieron darse cuenta, tenian encima a las hordas de Barbara.
El Tribuno Dietrich van der Vaght intento que sus hombres formasen en círculo, pero la mayoria, aterrorizados, salieron corriendo, tratando de salir de la espesura del bosque, de alcanzar el tan anhelado refugio que era Angelus.
Mientras traspasaban a la carrera la maleza, van der Vaght ordeno a apenas una cohorte de sus hombres formar y preparar sus ballestas de repetición.
Conforme veian algún movimiento entre la maleza lanzaban andanadas de virotes, el repicar del mecanismo se escuchaba como un eco, y decenas de agudos silvidos cruzaban el aire, pero ni un sólo gruñido o grito que delatase un objetivo acertado...
Los jovenes reclutas, alcanzaron las puertas de Angelus, que les recibieron abiertas.
Una vez que el último de ellos traspaso el umbral, las puertas se cerraron.
El Tribuno y sus hombres, sin municiones ya, corrieron tambien a resguardarse.
Cuando alcanzaron el claro y vieron la imponente edificación, suspiraron de alivio.
Jadeando por la carrera, expulsando vaho a cada espiración, se dirigieron hacia allí, mientras las puertas se abrian y salian a recibirles un grupo de ballesteros.
Las pupilas de van der Vaght se dilataron y parecio convertirse en una estatua, como si el viento y el frio lo hubiesen congelado, cuando vio a los hombres que tenia ante si, apuntarles con sus ballestas y soltar una tras otra media docena de andanadas.
Virote tras virote cruzo el viento y traspaso armaduras de cuero y de malla, carne y hueso..
Toda la nueva mesnada de la Legio II Arcana, yacia muerta sobre la nieve virgen de Angelus, o sobre la fria piedra de su patio de armas, donde habian sido pasados a cuchillo, uno por uno.
La fortuna, caprichosa como es, quiso que la Legio I KaylaEngels se retrasase por el difícil terreno y no sucumbiera ante tal ardid.
Un día, les salvo un día...
Abatidos y conmocionados por la suerte de sus hermanos, marcharon de la zona, a campo abierto, donde a pesar de las ordenes, se desfogaron dandose al pillaje, descontrolados completamente y ante la impotente mirada de los oficiales...
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Sabidurias 1:1
Caballeros y damas, leyendo, he leido cosas muy feas.
Esta guerra, era inevitable, los que sabemos la verdad, los que vimos los albores de la tempestad, como crecia lentamente.. no nos engañemos, todo estaba escrito en las tablas del Destino.
Ahora, demos lo mejor de nosotros mismos.
Y recordemos, que siempre hay uno mejor, todos podemos caer ante alguien superior o con más suerte y/o recursos.
No menospreciemos ni nos riamos del enemigo abatido, regocijemonos y demos gracias.
Porque un guerrero, honra a los caídos, sean enemigos o no, porque es gracias a los que han muerto por su acero que tiene la gloria, es por los caídos que él es singular y admirado.
Caigan unos u otros, no dejemos que el desprecio empañe esto, porque al fin, todos somos una misma cosa, guaranpinos.
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La Oscuridad de Esmirna
El gobernador, Otho van Wothenberg se encontraba paseando en el soleado jardín real, donde decenas de plantas distintas crecian y aromatizaban el aire.
Era un día esplendido a pesar de ser Febrero.
Aspiraba el aroma de unos tulipanes, cuando escucha unos pasos.
Llevaba toda la mañana trabajando y viendo la forma de rebajar los opresivos impuestos que se vieron obligados a poner con la guerra, sin encontrar una solución.
El Gobernador, se gira con su parsimoniosa forma, casí afeminada dirian algunos y mira con gesto risueño al joven guardia, mirandolo de arriba a abajo.
Una armadura de cuero blanca como el marfil, en cuyo pecho una media luna azul y un sol en cuyo centro pondera el León, simbolos sagrados de la Diosa y de la Dinastia.
Un yelmo pintado de blanco con una cresta rosa.
El joven permanece firme ante el Gobernador.
Otho van Wothenberg - ¿Qué deseais von Uthering?, ¿no veis que estaba ocupado?.
Explorador von Uthering - Mi lord, han desembarcado tropas desconocidas en nuestras costas, han llegado a dos de los santuarios más sagrados.
El de _m y el del ángel Kayla.
Otho van Wothenberg - ¿Como?... ¿que estandarte portan?, ¿como son?..
Explorador von Uthering - M.. mi l.. lord, apenas pudimos verlas, iban de negro, eran como sombras, se movian demasiado rápido para distingir nada.
Lo que si vimos fue un estandarte rojo como la sangre con un dragón o un grifo.. no pudimos verlo bien.
Otho van Wothenberg - Mein Gott... dad la alarma de inmediato, meted todas las provisiones de los campos cercanos en la ciudad y enviad un mensaje a las Legiones I, II y III, que vengan todas, no podemos permitir que caiga el Reichtag, la ciudad de Esmirna no debe caer bajo ningún concepto.
Mientras los guardias avisaban a la población y la hacian entrar a la ciudad, llevando consigo sus biberes, una ola negra tomaba las costas y rodeaba poco a poco la capital.
Los ballesteros de la Guardia del Fenix forman en la muralla, cargando sus ballestas de repetición y los caballeros del León se situan detrás para repeler los asaltos.. suena el cuerno, y como un eco, decenas, cientos de cuernos suenan a lo largo de todo el Reino... la guerra, ha comenzado.. esta vez, en casa.
Los copos de nieve, caian sobre un suelo nevado, salpicado de rocas grisaceas.
En mitad del claro del bosque, se alzaba la monumental fortaleza de Angelus, capital del reino de Grecia.
El viento rugia por entre las almenas relucientes de escarcha, acumulada durante la mañana.
En derredor, miles de arboles cuyas copas estaban cubiertas por un manto de nieve.
La guarnición, minima por la guerra, el hambre y las enfermedades que asolaban la región, hacia su guardia como una mañana más.
Hacia poco más de doce días que un mensajero alado (paloma) llegó trayendo consigo un mensaje, las tropas del rey Marcus están en camino.
Miles de jovenes macedonios, cansados de los rigores del campo, decidieronse por buscar fortuna en las armas, que siempre traen botines, fama y riquezas, cuando no la muerte y el olvido en anónima sepultura lejos del hogar.
Al otro lado, desembarcaban otros miles de turcos, selyucidas.
Dos caminos que llevaban irrefenablemente a un mismo final..
Los Macedonios, debian arribar y flanquear el enorme despliegue de fuerzas de la gran reina Barbara.
Mientras, los turcos, abrian de avanzar con rápidez a lomos de sus monturas a lo largo de las estepas helenas.
Pero las heladoras temperaturas y el fuerte viento, retrasaron a los valientes anatolios durante días, tanto más cuando debian escalar montañas y cruzar encrespados barrancos, guiando a sus corceles.
Los Macedonios de Marcus, llegaron a la zona boscosa y tras un día de marcha, ya vieron las columnas de humo de miles de fuegos de campamento.
El enemigo se habia atrincherado y los exploradores, avistaron y contaron al menos, una diferencia de diecisiete a uno.
Los reclutas recien salidos del castillo, carecian de experiencia, mas no de coraje y avanzaron tratando de no delatar su posición.
Por desgracia, los oficiales de Barbara, siguiendo sus indicaciones, apostaron centinelas a lo largo del perimetro, agazapados en los arboles, ocultos por la nieve.
Cuando los valientes Macedonios quisieron darse cuenta, tenian encima a las hordas de Barbara.
El Tribuno Dietrich van der Vaght intento que sus hombres formasen en círculo, pero la mayoria, aterrorizados, salieron corriendo, tratando de salir de la espesura del bosque, de alcanzar el tan anhelado refugio que era Angelus.
Mientras traspasaban a la carrera la maleza, van der Vaght ordeno a apenas una cohorte de sus hombres formar y preparar sus ballestas de repetición.
Conforme veian algún movimiento entre la maleza lanzaban andanadas de virotes, el repicar del mecanismo se escuchaba como un eco, y decenas de agudos silvidos cruzaban el aire, pero ni un sólo gruñido o grito que delatase un objetivo acertado...
Los jovenes reclutas, alcanzaron las puertas de Angelus, que les recibieron abiertas.
Una vez que el último de ellos traspaso el umbral, las puertas se cerraron.
El Tribuno y sus hombres, sin municiones ya, corrieron tambien a resguardarse.
Cuando alcanzaron el claro y vieron la imponente edificación, suspiraron de alivio.
Jadeando por la carrera, expulsando vaho a cada espiración, se dirigieron hacia allí, mientras las puertas se abrian y salian a recibirles un grupo de ballesteros.
Las pupilas de van der Vaght se dilataron y parecio convertirse en una estatua, como si el viento y el frio lo hubiesen congelado, cuando vio a los hombres que tenia ante si, apuntarles con sus ballestas y soltar una tras otra media docena de andanadas.
Virote tras virote cruzo el viento y traspaso armaduras de cuero y de malla, carne y hueso..
Toda la nueva mesnada de la Legio II Arcana, yacia muerta sobre la nieve virgen de Angelus, o sobre la fria piedra de su patio de armas, donde habian sido pasados a cuchillo, uno por uno.
La fortuna, caprichosa como es, quiso que la Legio I KaylaEngels se retrasase por el difícil terreno y no sucumbiera ante tal ardid.
Un día, les salvo un día...
Abatidos y conmocionados por la suerte de sus hermanos, marcharon de la zona, a campo abierto, donde a pesar de las ordenes, se desfogaron dandose al pillaje, descontrolados completamente y ante la impotente mirada de los oficiales...
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Sabidurias 1:1
Caballeros y damas, leyendo, he leido cosas muy feas.
Esta guerra, era inevitable, los que sabemos la verdad, los que vimos los albores de la tempestad, como crecia lentamente.. no nos engañemos, todo estaba escrito en las tablas del Destino.
Ahora, demos lo mejor de nosotros mismos.
Y recordemos, que siempre hay uno mejor, todos podemos caer ante alguien superior o con más suerte y/o recursos.
No menospreciemos ni nos riamos del enemigo abatido, regocijemonos y demos gracias.
Porque un guerrero, honra a los caídos, sean enemigos o no, porque es gracias a los que han muerto por su acero que tiene la gloria, es por los caídos que él es singular y admirado.
Caigan unos u otros, no dejemos que el desprecio empañe esto, porque al fin, todos somos una misma cosa, guaranpinos.
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La Oscuridad de Esmirna
El gobernador, Otho van Wothenberg se encontraba paseando en el soleado jardín real, donde decenas de plantas distintas crecian y aromatizaban el aire.
Era un día esplendido a pesar de ser Febrero.
Aspiraba el aroma de unos tulipanes, cuando escucha unos pasos.
Llevaba toda la mañana trabajando y viendo la forma de rebajar los opresivos impuestos que se vieron obligados a poner con la guerra, sin encontrar una solución.
El Gobernador, se gira con su parsimoniosa forma, casí afeminada dirian algunos y mira con gesto risueño al joven guardia, mirandolo de arriba a abajo.
Una armadura de cuero blanca como el marfil, en cuyo pecho una media luna azul y un sol en cuyo centro pondera el León, simbolos sagrados de la Diosa y de la Dinastia.
Un yelmo pintado de blanco con una cresta rosa.
El joven permanece firme ante el Gobernador.
Otho van Wothenberg - ¿Qué deseais von Uthering?, ¿no veis que estaba ocupado?.
Explorador von Uthering - Mi lord, han desembarcado tropas desconocidas en nuestras costas, han llegado a dos de los santuarios más sagrados.
El de _m y el del ángel Kayla.
Otho van Wothenberg - ¿Como?... ¿que estandarte portan?, ¿como son?..
Explorador von Uthering - M.. mi l.. lord, apenas pudimos verlas, iban de negro, eran como sombras, se movian demasiado rápido para distingir nada.
Lo que si vimos fue un estandarte rojo como la sangre con un dragón o un grifo.. no pudimos verlo bien.
Otho van Wothenberg - Mein Gott... dad la alarma de inmediato, meted todas las provisiones de los campos cercanos en la ciudad y enviad un mensaje a las Legiones I, II y III, que vengan todas, no podemos permitir que caiga el Reichtag, la ciudad de Esmirna no debe caer bajo ningún concepto.
Mientras los guardias avisaban a la población y la hacian entrar a la ciudad, llevando consigo sus biberes, una ola negra tomaba las costas y rodeaba poco a poco la capital.
Los ballesteros de la Guardia del Fenix forman en la muralla, cargando sus ballestas de repetición y los caballeros del León se situan detrás para repeler los asaltos.. suena el cuerno, y como un eco, decenas, cientos de cuernos suenan a lo largo de todo el Reino... la guerra, ha comenzado.. esta vez, en casa.